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¿De qué estoy huyendo?

Foto del escritor: Silvia TitusSilvia Titus

Recuerdo que la primera vez que me hice esa pregunta estaba en Eilat, Israel sentada en un bar sola. Era el año 2,018 y era mi tercer viaje del año y apenas estábamos en Mayo.


Sentada en esa mesa a 4,747,6 kilómetros de distancia de mi casa por primera vez me di cuenta de que no me gustaba estar en casa. Que siempre estaba en fiestas, o visitando amigos, o en un bar, o en vacaciones pero no disfrutaba de mi hogar. Y no era que no tuviera un bonito hogar porque sí que lo tenía. Era un apartamento de 80 metros cuadrados con una sala comedor amplio y un balcón espectacular en el que hasta hamaca tenía en la ciudad de Ámsterdam. Una de las mejores ciudades de Europa. El conseguir un apartamento de ese tamaño en Ámsterdam era difícil ya que el promedio de tamaño de un apartamento es de 50 metros cuadrados.


Pero evitaba estar en mi hogar… ¿De qué estoy huyendo? De pronto me vino el pensamiento: “Del vacío que siento”.


Ese pensamiento me impactó en especial porque en apariencia mi vida era fabulosa.


Eilat es un lugar espectacular. Fui ahí porque escuché que era como Ibiza, lleno de fiesta y colorido. Y no se equivocaron, así era. Pero después de haberme hecho esa pregunta y haber recibido la respuesta impactante algo cambió en mí. Era como si había recibido la contraseña secreta para entrar a un nuevo mundo.


En lugar de irme de fiesta como lo había planeado, empecé a ver que más ofrecía ese lugar. Encontré un tour para ir al desierto llamado “Cañón Rojo” en el cual había unas cabras salvajes que escalaban rocas. No sé porque en lugar de querer irme a una fiesta toda la noche y ponerme borracha mis ganas de ver ese desierto me ganaron y me fui todo un día al tour del desierto.


Al siguiente día me fui a hacer snorkeling al Mar Rojo y vi el coral más bonito que haya visto jamás y peces de colores impresionantes. Me sentía satisfecha de mis decisiones.


Después me fui en bus desde Eilat hasta Jerusalén, otra cosa que no tenía planeada. Era la segunda vez en mi vida que visitaba Jerusalén pero he de decir que esa ciudad es mística no importando si eres religioso o no. Yo no soy religiosa pero me encanta ver todo lo que acontece en ese lugar tan pequeño pero mágico. Estuve visitando los lugares donde estuvo Jesucristo y vi los ritos religiosos que se hacen en las calles ya que todas las religiones convergen en el mismo lugar. Era increíble ver como todos estaban unidos por la misma fe pero separados por la religión.


Estando en Jerusalén se me ocurrió hacer un tour por Palestina. Ese tour me enseñó que las realidades pueden cambiar en un kilómetro de distancia y las percepciones que la gente tiene de algo pueden ser diferentes si uno ve más allá de la superficie.


Ese viaje me conectó con mi alma que estaba pidiéndome atención desde hacía tiempo. También en ese viaje tomé la decisión de hacer cambios en mi vida. Dejar de huir y empezar a disfrutar de lo que tenía. Decidí que ese año me iba a despedir de las fiestas rave a las que había ido por años y que costaban mucho dinero. Decidí ir a menos fiestas y a viajar menos. A centrarme más en cosas con mayor importancia.


Pero… a pesar de todo ello, sentía que algo me hacía falta. Así que me pregunté: ¿Qué me hace falta?

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